Construir lectores con La peluquera y Proust
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4 meses 1 semana antes - 4 meses 1 semana antes #224
por club-lectura
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Construir lectores con La peluquera y Proust Publicado por club-lectura
Los libros son como las cerezas. No sé quién lo dijo, pero es muy cierto. A veces somos conscientes de ello, es decir, de ser quienes sacamos las cerezas engarzadas por ese cabito tan sutil que las une, pero otras veces no: son las cerezas las que inconscientemente, nos guían y nos animan a seguir comiendo –son tan deliciosas.
Saquemos la primera cereza. Se trata de un libro que ha llegado hace poco a nuestras manos y que ya desde el título, se muestra interesante: Construir lectores (2024), de Vicente Luis Mora , un buen ensayo sobre el mundo del libro y la lectura en el que el escritor cordobés da una serie de pautas de lo que deberíamos hacer para que, sobre todo los jóvenes, se animen a leer; pero no a leer cualquier cosa (porque, según él, cada vez se lee más pero peor), sino “libros largos y densos” como “antídoto para concentrar de nuevo la atención y mantener todas las capacidades cerebrales intactas”. Menuda tarea. Las posibles soluciones planteadas por Vicente Luis Mora no dejan de ser muy parecidas a las que hemos leído en otros sitios, solo que adaptadas a los tiempos presentes (IA, redes sociales y omnipresente mundo audiovisual mediante), incidiendo en que la lectura de clásicos cuidadosamente seleccionados, pueden hacer de un niño o una joven, un futuro lector o lectora y presentarles la lectura como “la única adicción que sana, cura y salva incluso cuando condena”. Detengámonos ahora en estas dos frases del libro: “Si los padres no leen, no habrá nada que imitar. Si los profesores no se entusiasman leyendo, no hay goce comunicable”. Y ahora quedémonos con esto último: el goce, y si es comunicable, mejor. El placer de la lectura, el dejarse llevar, la imaginación, la relajación que a veces sentimos, otras veces la indignación, el vivir otras vidas y el potenciar la nuestra son la mejor publicidad para la promoción de la lectura. Y eso es lo que lleva a Clara, peluquera en una ciudad media de la Borgoña francesa, a engancharse a Proust de una manera que, literalmente, le cambia la vida. Es, “la necesidad de una pasión absorbente y exigente. Inteligente” (y ahí coincide con Vicente Luis Mora) porque “Marcel [Proust] no tiene igual a la hora de reconfortar a un lector abandonado. De entrada, lo hace más inteligente”.
¿Que quién es Clara? Engarzamos así la siguiente cereza: La peluquera y Proust, del escritor francés Stéphane Carlier, un libro pequeñito, en el que menos es más, poco sesudo y nada complejo a priori (todo lo contrario de lo que propone Vicente Luis Mora), pero que consigue que, al terminarlo, nos entren unas irrefrenables ganas de leer, nada más y nada menos, que al mismísimo Marcel Proust ( el Club de Lectura UCO lo planteó a sus lectores hace un tiempo como propósito de año nuevo, no sabemos si con mayor o menos éxito). ¿Que cómo lo hace Stéphane Carlier? Son esos pequeños milagros que se dan de vez en cuando en la literatura y que tienen que ver con lo que antes hablábamos: el placer (y la pasión) por la lectura y la idea de que siempre hay un libro para cada lector: “Además, por qué no decirlo, [Clara] siente cierto orgullo. Está leyendo En busca del tiempo perdido. Es capaz de hacerlo. No es cualquier cosa. Anaïs no podría leerlo. Y Nolwenn mucho menos. Además, que el libro haya llegado así a sus manos, por azar y solo por curiosidad, contribuye al sentimiento de triunfo que crece en su interior”. Clara, nuestra peluquera, se acerca a Proust sin prejuicios: “cada vez que subraya una frase, dibuja un corazoncito justo al lado, en el margen”, y “lo que más aprecia de él es el ritmo que le impone” porque “la obliga a leer lentamente, pero también a estar atenta”, y “no duda en saltarse algunos fragmentos” por supuesto que “sin sentimiento de culpa, convencida de que incluso Marcel, si hoy se releyera a sí mismo, encontraría que en algunos momentos se hace demasiado largo”. Roland Barthes decía que de En busca del tiempo perdido siempre se saltaba páginas, pero que tenía la impresión de que no siempre se saltaba las mismas. Según Alberto Olmos, autor del artículo en el que hemos encontrado la cita de Barthes, “es muy sutil el comentario. Nos avisa de que leerlo entero [a Marcel Proust], una página después de la otra, no es muy recomendable. Pero también nos avisa de que hay algo ahí para nosotros, esperándonos, y que es probable que, si le damos una oportunidad, lo encontremos”. Como le pasó a Clara, nuestra peluquera favorita. Y así, seguimos sacando cerezas, porque Alberto Olmos, cuando la novela de Stéphane Carlier aún no se había escrito, casualmente se refiere a En busca del tiempo perdido como lleno de comentarios de peluquería, aunque de una peluquería donde la gente habla admirablemente, lo cual no obsta para que lo que se diga sea lo propio de una peluquería. ¿No es casualidad?
En resumen, comamos cerezas y leamos, leamos sin parar. Y construyamos lectores y lectoras excelentes con Vicente Luis Mora, con Clara, la peluquera, y, cómo no, con Marcel (Proust), que, por cierto, escribió un librito magnífico titulado, y esta es ya la última cereza por hoy, Sobre la lectura.
Para ello os dejamos tres aperitivos, además del cartel: un fragmento de Construir lectores leído en la Fiesta Universitaria del libro de la Universidad de Córdoba, las primeras páginas de La peluquera y Proust, y unos fragmentos escogidos de Sobre la lectura, de Marcel Proust (los dos primeros títulos los podéis encontrar en la Biblioteca , y el tercero está disponible en la red).
¡Feliz Día del Libro!
Saquemos la primera cereza. Se trata de un libro que ha llegado hace poco a nuestras manos y que ya desde el título, se muestra interesante: Construir lectores (2024), de Vicente Luis Mora , un buen ensayo sobre el mundo del libro y la lectura en el que el escritor cordobés da una serie de pautas de lo que deberíamos hacer para que, sobre todo los jóvenes, se animen a leer; pero no a leer cualquier cosa (porque, según él, cada vez se lee más pero peor), sino “libros largos y densos” como “antídoto para concentrar de nuevo la atención y mantener todas las capacidades cerebrales intactas”. Menuda tarea. Las posibles soluciones planteadas por Vicente Luis Mora no dejan de ser muy parecidas a las que hemos leído en otros sitios, solo que adaptadas a los tiempos presentes (IA, redes sociales y omnipresente mundo audiovisual mediante), incidiendo en que la lectura de clásicos cuidadosamente seleccionados, pueden hacer de un niño o una joven, un futuro lector o lectora y presentarles la lectura como “la única adicción que sana, cura y salva incluso cuando condena”. Detengámonos ahora en estas dos frases del libro: “Si los padres no leen, no habrá nada que imitar. Si los profesores no se entusiasman leyendo, no hay goce comunicable”. Y ahora quedémonos con esto último: el goce, y si es comunicable, mejor. El placer de la lectura, el dejarse llevar, la imaginación, la relajación que a veces sentimos, otras veces la indignación, el vivir otras vidas y el potenciar la nuestra son la mejor publicidad para la promoción de la lectura. Y eso es lo que lleva a Clara, peluquera en una ciudad media de la Borgoña francesa, a engancharse a Proust de una manera que, literalmente, le cambia la vida. Es, “la necesidad de una pasión absorbente y exigente. Inteligente” (y ahí coincide con Vicente Luis Mora) porque “Marcel [Proust] no tiene igual a la hora de reconfortar a un lector abandonado. De entrada, lo hace más inteligente”.
¿Que quién es Clara? Engarzamos así la siguiente cereza: La peluquera y Proust, del escritor francés Stéphane Carlier, un libro pequeñito, en el que menos es más, poco sesudo y nada complejo a priori (todo lo contrario de lo que propone Vicente Luis Mora), pero que consigue que, al terminarlo, nos entren unas irrefrenables ganas de leer, nada más y nada menos, que al mismísimo Marcel Proust ( el Club de Lectura UCO lo planteó a sus lectores hace un tiempo como propósito de año nuevo, no sabemos si con mayor o menos éxito). ¿Que cómo lo hace Stéphane Carlier? Son esos pequeños milagros que se dan de vez en cuando en la literatura y que tienen que ver con lo que antes hablábamos: el placer (y la pasión) por la lectura y la idea de que siempre hay un libro para cada lector: “Además, por qué no decirlo, [Clara] siente cierto orgullo. Está leyendo En busca del tiempo perdido. Es capaz de hacerlo. No es cualquier cosa. Anaïs no podría leerlo. Y Nolwenn mucho menos. Además, que el libro haya llegado así a sus manos, por azar y solo por curiosidad, contribuye al sentimiento de triunfo que crece en su interior”. Clara, nuestra peluquera, se acerca a Proust sin prejuicios: “cada vez que subraya una frase, dibuja un corazoncito justo al lado, en el margen”, y “lo que más aprecia de él es el ritmo que le impone” porque “la obliga a leer lentamente, pero también a estar atenta”, y “no duda en saltarse algunos fragmentos” por supuesto que “sin sentimiento de culpa, convencida de que incluso Marcel, si hoy se releyera a sí mismo, encontraría que en algunos momentos se hace demasiado largo”. Roland Barthes decía que de En busca del tiempo perdido siempre se saltaba páginas, pero que tenía la impresión de que no siempre se saltaba las mismas. Según Alberto Olmos, autor del artículo en el que hemos encontrado la cita de Barthes, “es muy sutil el comentario. Nos avisa de que leerlo entero [a Marcel Proust], una página después de la otra, no es muy recomendable. Pero también nos avisa de que hay algo ahí para nosotros, esperándonos, y que es probable que, si le damos una oportunidad, lo encontremos”. Como le pasó a Clara, nuestra peluquera favorita. Y así, seguimos sacando cerezas, porque Alberto Olmos, cuando la novela de Stéphane Carlier aún no se había escrito, casualmente se refiere a En busca del tiempo perdido como lleno de comentarios de peluquería, aunque de una peluquería donde la gente habla admirablemente, lo cual no obsta para que lo que se diga sea lo propio de una peluquería. ¿No es casualidad?
En resumen, comamos cerezas y leamos, leamos sin parar. Y construyamos lectores y lectoras excelentes con Vicente Luis Mora, con Clara, la peluquera, y, cómo no, con Marcel (Proust), que, por cierto, escribió un librito magnífico titulado, y esta es ya la última cereza por hoy, Sobre la lectura.
Para ello os dejamos tres aperitivos, además del cartel: un fragmento de Construir lectores leído en la Fiesta Universitaria del libro de la Universidad de Córdoba, las primeras páginas de La peluquera y Proust, y unos fragmentos escogidos de Sobre la lectura, de Marcel Proust (los dos primeros títulos los podéis encontrar en la Biblioteca , y el tercero está disponible en la red).
¡Feliz Día del Libro!
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Última Edición: 4 meses 1 semana antes por club-lectura.
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