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Martes, 21 de Abril de 2009 10:20

Representaciones para hoy martes dentro del IX Festival Juvenil de Teatro Clásico.

G.C. - C.M.
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El martes 21 de abril dentro del IX Festival Juvenil de Teatro Clásico tendrán lugar las siguientes representaciones:

Salón de Actos. Campus Universitario de Rabanales
10.00-11:45: Medea de Eurípides. Grupo Hypnos (I.E.S. Francisco de los Ríos, Fernán Núñez).
12:00-13:30: Aves de Aristófanes. Grupo Prósopon Theatralis Societas.

Gran Teatro
19.00-20.15: Hipólito, de Eurípides. Escuela Superior de Arte Dramático,
20.45-22:00: Antígona, de Sófocles. Prósopon Theatralis Societas (Gruo de Teatro de la Universidad de Córdoba).
La asistencia a las obras que se representan en el Salón de Actos del Campus de Rabanales es libre y no se precisa de entrada.
Para las obras que se representan en el Gran Teatro se puede retirar la entrada (también gratis) de la taquilla del Gran Teatro, hasta completar aforo.

Argumentos de las obras

Aristófanes, Aves .
Dos atenienses, Pistetero y Evélpides, insatisfechos con la vida de Atgenas, se proponen hallar un lugar más adecuado para vivir. Pistetero tiene una idea brillante: reunir a todos los pájaros y construir una gran ciudad amurallada en el aire, y desafiar tanto a los hombres como a los dioses, para lo que interceptarán el humo de los sacrificios del que los dioses se nutren. Construyen una ciudad ideal, Nefelococigia o Nefelocoquigia, de la quedan excluidos todos los inoportunos que afligen Atenas, excepto Cinesias, escritor de Ditirambo, al que se le propone que enseñe en la nueva ciudad su ciencia aérea y volátil, propia de las aves. Entonces, uno de los dioses, enviado a preguntar por qué habían cesado los sacrificios en la tierra, burla el bloqueo de las aves. El dios, que resulta ser Iris, es capturada, y se le informa de que los pájaros son los dioses y, finalmente, se va llorando a lamentarse ante su padre. Gracias a la glotonería de Heracles, dioses y aves se reconcilian, Pistetero consigue el cetro de Zeus junto con Basilia (Soberanía); es aclamado como el mayor de los dioses, y se hacen los preparativos para su boda.

Eurípides. Medea
Jasón, esposo de Medea, se promete en matrimonio a Glauce, hija del rey Creonte de Corinto, ante el espanto de Medea, que ve su lecho deshonrado. Creonte, que había planeado el matrimonio, ante el temor de que Medea, sabia y hábil, se vengue, ordena su destierro inmediato. Pero Medea, fingiéndose sumisa, pide un solo día de plazo para salir al destierro. El tiempo necesario para urdir su venganza: regala a Glauce una corona de oro y un peplo que causan la muerte por simple contacto. La joven muere así de forma horrible. Tras perpetrar ese terrible asesinato, Medea se siente obligada a matar a sus propios hijos, para evitar que otras manos más crueles les quiten la vida, en venganza por la muerte que ella ha provocado. Termina la obra con Medea subida en el carro de Helios, con quien ya tenía pactada su huida a Atenas, para evitar las iras de la familia de Creonte y de su propio marido Jasón.

Eurípides. Hipólito
Afrodita, la diosa del amor, enfurecida por el desprecio del que hace gala Hipólito hacia ella, maquina su venganza contra el joven: inspira un ciego amor por él en su madrastra Fedra, esposa de Teseo. El amor no correspondido de Fedra hacia su hijastro Hipólito la llevará al suicidio; pero su muerte y la aparición de una engañosa tablilla en la que se acusa a Hipólito, provoca el furor de Teseo, cuya cólera estalla en una maldición que arrastrará a su hijo hasta la muerte. La agonía de Hipólito motiva la teofanía de Ártemis, la diosa preferida del joven, la cual, descubriendo a Teseo la verdad de lo sucedido, lo sume en sufrimientos aún mayores.


Sófocles. Antígona
Tras el exilio de Edipo, sus hijos, Eteocles y Polinices, se han enfrentado a muerte por el reino de Tebas, dándose mutua muerte. Creonte, hermano de la esposa de Edipo, Yocasta, ha accedido al trono y decreta que el cadáver de Polinicesebela contra ello, dando sepultura al cuerpo de su hermano muerto, por lo que Creonte, cegado por la soberbia, condena a su sobrina a morir en una prisión subterránea, provocando así, una oleada de muerte a su alrededor. La obra termina con el arrepentimiento tardío de Creonte que no puede evitar el suicidio de Antígona y su prometido Hemón, así como el de Eurídice, su propia esposa, al enterarse de la muerte de su hijo.