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El libro como obsesión: Ángel Esteban y Antonio Luis Galán Gall
El libro como obsesión: Ángel Esteban y Antonio Luis Galán Gall
- club-lectura
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1 año 8 meses antes - 1 año 8 meses antes #161
por club-lectura
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El libro como obsesión: Ángel Esteban y Antonio Luis Galán Gall Publicado por club-lectura
“Hay bibliotecarios que pasan su vida tocando los libros pero sin abrirlos demasiado. En el otro extremo, existen también bibliotecarios cuyo puesto de trabajo es una ligera excusa para leer todo lo que cae en sus manos”.
Al personal bibliotecario, igual que al guerrero el valor, se nos presupone el amor a la lectura y al libro. Esa es la premisa de la que parte el primero de los dos títulos que hoy os traemos y al que pertenece la cita anterior: El escritor en su paraíso: treinta grandes autores que fueron bibliotecarios , de Ángel Esteban. Y, sin embargo, después de terminar el libro, y de haberlo leído con ojos y corazón bibliotecarios, la sensación que nos queda es que, si bien todos los escritores seleccionados (así, en masculino, porque curiosamente sólo hay una mujer en una profesión mayoritariamente femenina) fueron grandes amantes de los libros y la lectura, algunos no lo fueron tanto de la labor y del trabajo bibliotecarios, que normalmente les aburría, y, así, aprovecharon su trabajo en la biblioteca para poder leer y sobre todo escribir (tenemos que decir, en su descargo, que eran “otros tiempos”, en los que el trabajo bibliotecario no estaba tan profesionalizado como ahora y en los que suponemos que había mucho tiempo libre). Así, escritores como Georges Bataille, Reinaldo Arenas, Lewis Carroll, Giacomo Casanova, los hermanos Grimm, Robert Musil o Marcel Proust, abandonaron el quehacer bibliotecario en cuanto pudieron para dedicarse a sus otros menesteres más queridos.
Pero también los hay que sí destacaron como bibliotecarios, al menos para intentar mejorar las instituciones en las que trabajaban, incrementando los fondos o mejorando las condiciones de los ya existentes, así como de las instalaciones y el personal a su cargo: Benito Arias Montano, Georges Bataille, Leandro Fernández de Moratín, Bartolomé José Gallardo, Goethe, Hartzenbusch, Menéndez Pelayo, Juan Carlos Onetti o José de Vasconcelos.
Destacaremos, por su peculiaridad, a Jorge Luis Borges, en el que se inspira el título del libro (“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”), que primero desprecia a los bibliotecarios que trabajan con él, pero que después fue plenamente feliz siendo director de la Biblioteca Nacional Argentina durante dieciocho años (suponemos que no precisamente catalogando libros); a Stephen King, que trabajó en la Biblioteca de la Universidad de Maine para pagarse sus estudios, y que se inspiró en ella para algún cuento (“El policía de la biblioteca”); a Gloria Fuertes, que con frases como “Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria” o “Mi jefe era un libro, ¡yo era libre!”, la nombramos nuestra bibliotecaria favorita desde ya; también a Ricardo Palma, director de la Biblioteca Nacional de Perú, que consideraba los libros tan suyos que los llenaba de anotaciones personales y comentarios, así como de sellos de todas formas y colores; o Alexandr Solzthenitsyn, el bibliotecario encarcelado por razones políticas en la antigua URSS, y que hizo de la biblioteca de la sharashka donde lo destinaron un “castillo encantado”, un espacio de libertad que le ayudó a mitigar el horror en el que habían convertido su vida; y por último, a Eugenio D´Ors, creador de las Bibliotecas Populares de la Mancomunidad de las cuatro provincias catalanas, fundador y director de la Escuela Superior de Bibliotecarias y creador del préstamo interbibliotecario.
El último escritor abordado en el libro es Mario Vargas Llosa (que también lo abre con un prólogo), “matrimoniado” de por vida con las bibliotecas, como bibliotecario en su juventud y como asiduo usuario durante toda su vida en las ciudades en las que ha vivido, puesto que es en las bibliotecas donde trabaja más a gusto que en ningún otro sitio, según sus propias palabras.
Ya fuera del libro de Ángel Esteban, y más cercanos a nuestros días, también ha habido escritores bibliotecarios o bibliotecarios escritores, aunque no tan conocidos como los anteriores, porque si ya es difícil compaginar un trabajo con la vida diaria, cuanto más dos. Ejemplos recientes serían las escritoras Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional de 2004 a 2007, y Nuria Amat, Licenciada en Documentación y Profesora en la Escuela de Bibliotecarios de la Universidad de Barcelona.
Y así llegamos al segundo autor de nuestro post. Tenemos el gusto de presentaros a una persona que parece que sí puede con todo: Antonio Luis Galán Gall , director de la Biblioteca Universitaria de Castilla-La Mancha y escritor de muchos y variados libros. Le hemos preguntado si se siente más bibliotecario que escritor o viceversa y estas han sido sus palabras: “no puedo negar que siempre quise dedicarme profesionalmente a la literatura, pero que mi profesión puede ser, en alguna medida, fruto de eso mismo. Mi formación, en origen, no es bibliotecaria, yo me licencié en filosofía pura. Decir de qué tengo más, es difícil. Tal vez mi vocación sea más literaria, pero llevo más de treinta años dedicándome a las bibliotecas”. Nos detenemos en una de sus últimas novelas, en la que riza el rizo, puesto que el protagonista es él mismo: un bibliotecario escritor que escribe sobre… bibliotecarios y bibliotecas. El culo del rey (que alude a Felipe IV y el poema que le dedicó Quevedo –coprotagonista de la novela- así como a la posibilidad de quedar en ridículo) es una curiosa novela en la que un grupo de “minuciosos bibliotecarios persiguen un valioso manuscrito de Quevedo”. Con el Grupo de Trabajo de Patrimonio Bibliográfico de REBIUN como protagonista, en un periplo que les lleva de Villanueva de los Infantes (donde supuestamente está enterrado Quevedo) a las bibliotecas universitarias con “ osunas ” (Zaragoza, Sevilla, Oviedo…), el libro tiene una trama detectivesca e histórica llena de humor, que va a encantar tanto a los amantes del misterio como a los de los libros antiguos. Una mezcla perfecta.Os dejamos un capítulo de El escritor en su paraíso y un fragmento del libro de Antonio Luis Galán, que amablemente nos ha cedido su autor. También podéis ver en adjuntos el impactante cartel de este mes del Club de Lectura.
Para terminar este post tan bibliotecario y bibliófilo (nos acercamos a abril, el mes del libro por excelencia), recordaros que el pasado 21 de marzo se celebró el día de San Benito de Nursia, patrón de…. las bibliotecarias y los bibliotecarios.
¡Felicidades y feliz lectura!
Al personal bibliotecario, igual que al guerrero el valor, se nos presupone el amor a la lectura y al libro. Esa es la premisa de la que parte el primero de los dos títulos que hoy os traemos y al que pertenece la cita anterior: El escritor en su paraíso: treinta grandes autores que fueron bibliotecarios , de Ángel Esteban. Y, sin embargo, después de terminar el libro, y de haberlo leído con ojos y corazón bibliotecarios, la sensación que nos queda es que, si bien todos los escritores seleccionados (así, en masculino, porque curiosamente sólo hay una mujer en una profesión mayoritariamente femenina) fueron grandes amantes de los libros y la lectura, algunos no lo fueron tanto de la labor y del trabajo bibliotecarios, que normalmente les aburría, y, así, aprovecharon su trabajo en la biblioteca para poder leer y sobre todo escribir (tenemos que decir, en su descargo, que eran “otros tiempos”, en los que el trabajo bibliotecario no estaba tan profesionalizado como ahora y en los que suponemos que había mucho tiempo libre). Así, escritores como Georges Bataille, Reinaldo Arenas, Lewis Carroll, Giacomo Casanova, los hermanos Grimm, Robert Musil o Marcel Proust, abandonaron el quehacer bibliotecario en cuanto pudieron para dedicarse a sus otros menesteres más queridos.
Pero también los hay que sí destacaron como bibliotecarios, al menos para intentar mejorar las instituciones en las que trabajaban, incrementando los fondos o mejorando las condiciones de los ya existentes, así como de las instalaciones y el personal a su cargo: Benito Arias Montano, Georges Bataille, Leandro Fernández de Moratín, Bartolomé José Gallardo, Goethe, Hartzenbusch, Menéndez Pelayo, Juan Carlos Onetti o José de Vasconcelos.
Destacaremos, por su peculiaridad, a Jorge Luis Borges, en el que se inspira el título del libro (“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”), que primero desprecia a los bibliotecarios que trabajan con él, pero que después fue plenamente feliz siendo director de la Biblioteca Nacional Argentina durante dieciocho años (suponemos que no precisamente catalogando libros); a Stephen King, que trabajó en la Biblioteca de la Universidad de Maine para pagarse sus estudios, y que se inspiró en ella para algún cuento (“El policía de la biblioteca”); a Gloria Fuertes, que con frases como “Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria” o “Mi jefe era un libro, ¡yo era libre!”, la nombramos nuestra bibliotecaria favorita desde ya; también a Ricardo Palma, director de la Biblioteca Nacional de Perú, que consideraba los libros tan suyos que los llenaba de anotaciones personales y comentarios, así como de sellos de todas formas y colores; o Alexandr Solzthenitsyn, el bibliotecario encarcelado por razones políticas en la antigua URSS, y que hizo de la biblioteca de la sharashka donde lo destinaron un “castillo encantado”, un espacio de libertad que le ayudó a mitigar el horror en el que habían convertido su vida; y por último, a Eugenio D´Ors, creador de las Bibliotecas Populares de la Mancomunidad de las cuatro provincias catalanas, fundador y director de la Escuela Superior de Bibliotecarias y creador del préstamo interbibliotecario.
El último escritor abordado en el libro es Mario Vargas Llosa (que también lo abre con un prólogo), “matrimoniado” de por vida con las bibliotecas, como bibliotecario en su juventud y como asiduo usuario durante toda su vida en las ciudades en las que ha vivido, puesto que es en las bibliotecas donde trabaja más a gusto que en ningún otro sitio, según sus propias palabras.
Ya fuera del libro de Ángel Esteban, y más cercanos a nuestros días, también ha habido escritores bibliotecarios o bibliotecarios escritores, aunque no tan conocidos como los anteriores, porque si ya es difícil compaginar un trabajo con la vida diaria, cuanto más dos. Ejemplos recientes serían las escritoras Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional de 2004 a 2007, y Nuria Amat, Licenciada en Documentación y Profesora en la Escuela de Bibliotecarios de la Universidad de Barcelona.
Y así llegamos al segundo autor de nuestro post. Tenemos el gusto de presentaros a una persona que parece que sí puede con todo: Antonio Luis Galán Gall , director de la Biblioteca Universitaria de Castilla-La Mancha y escritor de muchos y variados libros. Le hemos preguntado si se siente más bibliotecario que escritor o viceversa y estas han sido sus palabras: “no puedo negar que siempre quise dedicarme profesionalmente a la literatura, pero que mi profesión puede ser, en alguna medida, fruto de eso mismo. Mi formación, en origen, no es bibliotecaria, yo me licencié en filosofía pura. Decir de qué tengo más, es difícil. Tal vez mi vocación sea más literaria, pero llevo más de treinta años dedicándome a las bibliotecas”. Nos detenemos en una de sus últimas novelas, en la que riza el rizo, puesto que el protagonista es él mismo: un bibliotecario escritor que escribe sobre… bibliotecarios y bibliotecas. El culo del rey (que alude a Felipe IV y el poema que le dedicó Quevedo –coprotagonista de la novela- así como a la posibilidad de quedar en ridículo) es una curiosa novela en la que un grupo de “minuciosos bibliotecarios persiguen un valioso manuscrito de Quevedo”. Con el Grupo de Trabajo de Patrimonio Bibliográfico de REBIUN como protagonista, en un periplo que les lleva de Villanueva de los Infantes (donde supuestamente está enterrado Quevedo) a las bibliotecas universitarias con “ osunas ” (Zaragoza, Sevilla, Oviedo…), el libro tiene una trama detectivesca e histórica llena de humor, que va a encantar tanto a los amantes del misterio como a los de los libros antiguos. Una mezcla perfecta.Os dejamos un capítulo de El escritor en su paraíso y un fragmento del libro de Antonio Luis Galán, que amablemente nos ha cedido su autor. También podéis ver en adjuntos el impactante cartel de este mes del Club de Lectura.
Para terminar este post tan bibliotecario y bibliófilo (nos acercamos a abril, el mes del libro por excelencia), recordaros que el pasado 21 de marzo se celebró el día de San Benito de Nursia, patrón de…. las bibliotecarias y los bibliotecarios.
¡Felicidades y feliz lectura!
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Última Edición: 1 año 8 meses antes por club-lectura.
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- Inma
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1 año 8 meses antes #162
por Inma
Respuesta de Inma sobre el tema El libro como obsesión: Ángel Esteban y Antonio Luis Galán Gall
Hola Espe. Me ha encantado tu post. Últimamente estás que te sales, independientemente de que me gustan mucho los temas que estás tratando.
Como bibliotecaria aficionada a la escritura éste no podía ser menos. Yo también he tenido siempre vocación literaria, o tal vez más periodística, pero como Gloria Fuertes terminé en un biblioteca, probablemente porque era el sitio más indicado para una apasionada amante de los libros. Creo que a todos los lectores nos encantan las bibliotecas, las librerías o cualquier otro sitio donde haya acopio de nuestro objeto de deseo.
Por eso entiendo perfectamente a todos esos escritores que se hicieron bibliotecarios para hincharse de leer. Hoy en día es difícil hacerlo en horas de trabajo porque con las nuevas tecnologías yo creo que estamos mucho más liados ahora que cuando todo era manual. Pero para mí el placer de trabajar en un sitio en el que estoy rodeada de mis amados libros, más aún, en una biblioteca en la que hay verdaderas joyas de la literatura tanto de adultos como infantil y juvenil, es que no tiene precio. No cambiaría este curro por ningún otro. Bueno, en todo caso, lo compaginaría con la escritura, pero vamos, que eso ya lo hago.
Como bibliotecaria aficionada a la escritura éste no podía ser menos. Yo también he tenido siempre vocación literaria, o tal vez más periodística, pero como Gloria Fuertes terminé en un biblioteca, probablemente porque era el sitio más indicado para una apasionada amante de los libros. Creo que a todos los lectores nos encantan las bibliotecas, las librerías o cualquier otro sitio donde haya acopio de nuestro objeto de deseo.
Por eso entiendo perfectamente a todos esos escritores que se hicieron bibliotecarios para hincharse de leer. Hoy en día es difícil hacerlo en horas de trabajo porque con las nuevas tecnologías yo creo que estamos mucho más liados ahora que cuando todo era manual. Pero para mí el placer de trabajar en un sitio en el que estoy rodeada de mis amados libros, más aún, en una biblioteca en la que hay verdaderas joyas de la literatura tanto de adultos como infantil y juvenil, es que no tiene precio. No cambiaría este curro por ningún otro. Bueno, en todo caso, lo compaginaría con la escritura, pero vamos, que eso ya lo hago.
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