Cuando hace poco más de 3 años, la intoxicación de miles de bebés chinos que había consumido leche contaminada con melamina hizo saltar las alarmas, Gobiernos de medio mundo se apresuraron a explicar a sus ciudadanos que contaban con los mecanismos de seguridad suficientes para garantizar la salubridad de los productos consumidos bajo sus fronteras. Europa no fue ajena a la crisis y Bruselas se vio obligada a reforzar los controles fronterizos para evitar fraudes.
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