Zachary Sklar responde más a la imagen de profesor que a la de un guionista sesudo e individualista que muchos tienen en mente. De hecho, entre sus muchas ocupaciones, la docencia, es una de las que más ejerce. Y estos días en Córdoba, como buen hablador que es, lo hace con generoso entusiasmo. Ha venido con un guión recién terminado, el de la Fiesta del Chivo, adaptación de la novela homónima de Vargas Llosa, y ya está planeando otro sobre el papel de los medios de comunicación. Pero lo importante para Zachary es que ha cruzado el Atlántico y ha llegado hasta los cursos que organiza abcguionistas, el Ayuntamiento y la Universidad de Córdoba, para compartir y para transmitir. "Todo el mundo me dijo que estaba loco por viajar a Córdoba en julio. Y yo, entonces, recordé que cuando Robert Redford montó su festival de cine en Sundance (Utah), un lugar tan remoto y lejano de Hollywood, todo el mundo dijo que estaba loco. Hoy, ese festival es uno de los que más interés suscita en todo el mundo".
Y Zachary, como Redford, no está loco. Es cierto que Sundance poco tiene en común con Córdoba. Mientras en el primero el clima es frío, blanco y hostil, en Córdoba, la luz y las horas de sol hacen más llevadero un verano, que le convierte en el polo opuesto a Sundance, o sea, en un pequeño infierno. Son, eso sí, dos rincones alejados del mundanal ruido cinematográfico. Mejor: Sundance lo era pero ya no lo es, y Córdoba, tal vez, si fructifica esta experiencia, puede que pronto deje de serlo.
Estos días, alumnos y profesores, reciben el calor humano de una ciudad que les acoge y que quiere aprender y descubrir por qué los guiones son fundamentales para hacer buenas películas. O como dice Zachary: "Estamos aquí porque los guiones son más importantes que la meteorología, son lo que en su día eran los poesías y las obras de teatro, son lo que hablan mejor que nadie sobre nuestra propia naturaleza. Por eso estamos aquí para trabajar duro y hacer mejores guiones".
Y también para hablar sobre JFK, tal vez uno de sus deportes favoritos, que comprendemos cuando el guionista relata el proceso de un proyecto polémico, controvertido y muy difícil de levantar. Jim Garrison, el juez que acusó a la Mafia, al Gobierno y a los Poderes Militares, de confabularse para matar a Kennedy, conoció a Zachary cuando este se comprometió a editar y corregir su libro. Tanto Garrison como su libro, fueron maltratados por buena parte de la prensa norteamericana. Pero durante un festival de cine, en Cuba, los editores le entregaron el libro a Oliver Stone. El director se interesó mucho, pero puesto que no tenía tiempo para trabajar en el guión, se lo encargó al propio Zachary. Y ahí comenzó una odisea de trabas y problemas que desaparecieron el día en que Kevin Costner se ofreció a protagonizar el filme.
Zachary manejó cerca de 200 entrevistas con testigos y personas relacionadas con el caso para conseguir las cerca de 3 horas y media de guión. Fue un duro trabajo de selección, con métodos muy parecidos a los de un periodista: distinguir lo esencial de lo superfluo. Con eso y con dos referencias cinematográficas de Oliver Stone, que según Zachary resultaron fundamentales, se construyó la historia: "Sus recomendaciones fueron Z (de Constantin Costa-Gavras) y Rashomon (de Akira Kurosawa). De hecho la estructura y los flashbacks de JFK siguen el modelo de Rashomon".
Pero eso no evitó ni los intentos de censura ni las polémicas. Fueron, y todavía son, muchos los que tildaron a Stone, y por ello también a Zachary y Garrison, de paranoicos defensores de la teoría de la conspiración. Pero Zachary se defiende con el relato de una anécdota significativa: "Hay una secuencia en la película en la que el personaje que interpreta Donald Sutherland, el señor X, un supuesto coronel de Operaciones Especiales, cuenta al personaje de Kevin Costner que el día del asesinato se retiró gran era la única que no aparecía en el libro de Jim Garrison. Pues bien, en 1988, el auténtico coronel X se puso en contacto con Garrison para confirmarle, a través de correspondencia, que todo lo que suponía en el libro sobre ese tema era cierto. Por eso lo incluimos en la película".
Fueron sólo 16 semanas de rodaje, y otras tantas en la sala de montaje, para una película, gracias a la cual, el Gobierno, presionado por miles y miles de cartas, no ha tenido más remedio que hacer públicos muchos de los documentos secretos relacionados con la muerte de JFK.
Por eso, a nadie sorprende, que siga emocionándose tanto cuando lo cuenta, aunque en su cabeza siga rondando la idea de un guión sobre los medios de comunicación. Aunque eso, de momento, es otra historia.
Ahora la que le ocupa es la de transmitir a través de estas clases particulares, personales e íntimas que el guionista imparte a los 6 alumnos del Taller "El arte de adaptar". El balance es positivo: "Para mi ha sido también un aprendizaje. Me he convertido en el público de cada proyecto y les he explicado a los alumnos lo que no me gusta, lo que me aburre y lo que se puede mejorar. Después, lanzamos ideas y así averiguamos qué cosas pueden hacer más emocionante el guión."
Zachary regresa a Estados Unidos con un bagaje importante: el de haber ejercido de profesor y de alumno. Porque él también se lleva la maleta llena de ilusiones y de experiencias. Nosotros también. Pero por encima de todo hemos aprendido a valorar a quienes construyen historias. Porque, como dice Zachary, "sin guión no habría ni directores, ni actores, ni películas".